El desgarro

Duele? Si ya sé, duele.

Es normal. Es lógico. Es lo que tiene que pasarle a tu cáscara despierta.

Primero impacta. Mientras el desgarro acontece impacta. Tu mente lúcida y atontada entiende más rápido que tu alma y que tus sentidos. Y observa, impávida y anestesiada, cómo se abren los hilitos de tu piel y cómo se derrama tu lava escurridiza. Tu sangre presa y aburrida. Traviesa, sorprendida y escapista.

Y tus ojos todavía en cuarto creciente miran el espectáculo silencioso de la herida sorpresiva, sin entender aún, que esa estocada final dolerá. Que esos mismos ojos serán luna roja de tormenta.

La sangre traviesa ya se abrió camino por los surcos de mis rasguños y ya tiñe tu piel de caminos caprichosos e inciertos.

Perdón... de ahora en más el camino será incierto. 

Creíamos que acontecía en el seguro y tedioso sístole y diástole de nuestro día a día... y ya ves... aquí estoy yo, desgarrándote.

Tus ojos como platos estrellados en el piso me miran y no pueden juntar los pedazos de quien fuí para vos.

Dejaste de mirarme justo ahora que tu mente entendió que se te abrió el alma y así , ahora si, escuchó el profundo grito de tu dolor.

Ahora duele.

Estás herido donde nunca fuiste herido. Donde eras flores y valle fértil.

Yo te herí.

Perdón. Ya sé.

Duele.

Por qué crees que donde la piel fue lastimada la tierra queda árida y se hace roca y el filo de las garras ya no puede herirla más?

Acaso pensás que es casual que el callo sea más grueso que la virginal confianza? Y que el tronco que sostiene en las alturas las alegrías de crecer y dar frutos se vista de corteza áspera para que los embates de los abrazos salvajes no lo quiebren en dos?

Mi abrazo fue bestial pero sentido. 

Mi zarpazo quirúrgico pero necesario.

Con mucho cuidado te rasguñé en el pecho, justo en medio, donde el escudo protector de tu esqueleto te defiende. Pero tenía que avisarle a tu corazón que deje de latir por mi! 

Se que te queda el pecho abierto y las manos vacías... pero créeme que te desgarré a conciencia y amor (porque el amor se retira amorosamente sin dejar de amar). Y contemplé ayudarte a tapar las hendijas de tu llanto rojo, guiando tus manos ahora vacías a tu pecho asustado. Y de paso tus brazos estarán lo suficientemente ocupados como para recordar cuánto les duele ya no abrazarme... y tus palmas estarán abiertas ejecutando la importante tarea de que no se te escape el alma en esta necesaria herida de amor.

Y estarán abiertas sin ser puño. Sin golpear y destruir lo que te queda; créeme, lo mucho que te queda. 

Sin cerrarse a que un día indiferente las sorprenda otra palma solitaria.

Abiertas y ya secas, cubriendo tan solo memorias de un naufragio que no fue muerte, que fue tan solo herida y callo.

Y tu pecho de valle verde tendrá las piedras necesarias para poder ser una montaña... y crecer. 

Crecer! Crecer!

Ahora duele. 

Tranquilo, no voy a dejarte ahogar en este dolor ensordecedor.

Guio tus abrazos. Desempaño tu noche mojada.

Mañana doleré menos.

Sangrarás menos.

Gritaremos menos.

Y Yo... 

te amaré desde siempre y desde donde esté, para siempre.

Porque tus manos, cada vez más sabías, abrazaran otro valle herido.

Otro valle curado.

Y contemplarán un paisaje aún más hermoso y lleno de cicatrices caprichosas que, como un pentagrama desfachatado y peculiar, resonarán en sabiduría y riqueza.

Y bailarás batallas nuevas. 

Batallas donde serás con sapiencia un esgrimista de espadas y flores. 

Batallas que dolerán menos, y enseñarán más.

Hasta siempre, mi amor.

Te prometo que levantaré un busto de bronce y miel, en el imborrable camino de mis memorias, para que se derrita junto a mi mismísima existencia, en tu honor.