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BLOQUEAME

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Y ya no une nuestros pasos el cordón de la cordura, se cortó cuando sincharon el egoísmo y la sin razón. El egoísmo se escuda tras tu espejo biselado y la sin razón defiende la razón perdida. A cuerpo gentil avanza la artillería. A cuerpo gentil sin gentileza, desanudándo a mordiscones las amarras del amor prometido. Trenzamos la cuerda con besos y ganas. Aprendimos los nudos de los más audaces marineros. Nos atamos al mástil cada vez... Cada vez. Y ya es horca, atadura y piel quemada. Ya es rasgadura, hilacha y paja seca. Tu allí, yo aquí... y nuestras manos peladas por las amarras de sangre y entredicho. Yo como tú, pero en la trinchera en la que deberías haberte quedado por mi.  Tu siendo tu,  en la trinchera que juraste jamás surcar. Sueltas las amarras para que ya ninguna amarra me una a ti... Tu para allí, yo hundida aquí. El fin de la cordura que bordaba amorosamente a la rota    y el descosido que volvimos a ser.

Mi amiga Alfonsina

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Nos quieren blancas Alfonsina, sin salpicaduras color ámbar que manchen nuestro honor. Blancas como un papel en blanco sin pasado y sin ideas. Sin impresiones en tinta que se pretendan pamfletarias. Sin taquigrafia indecorosa que anoticie verdades que darán por mentirosas. Sin diarios íntimos escribiendo intimidades. Sin intimidades Alfonsina. Sin intimidad. Nos quieren castas Alfonsina, para castigarnos por costosas. Quieren que nos cueste, pero nunca cuesta arriba. Puras Alfonsina. Ni pueriles ni putas. No juegues con las palabras amiga escritora... que cada letra trazada es una mancha en el blanco lienzo del cuadro vacío que deberíamos ser. Cuadro que pintan a su gusto y antojo. Que pincelan con el puntillismo de Monet o la brutalidad premeditada de Pollock. Solo ellos podrán posar sus puercas cerdas húmedas sobre nuestros pezones nacientes. Solo ellos decidirán si en nuestros rostros habitarán ojos chispeantes y desfachatados a lo Caravaggio o miradas

EL CIELO DE CECILIO

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Cuenta la leyenda que sus alas se quemaron cuando quiso robarse el sol. Robarlo y llevárselo a ella, que habitaba en la tierra; en la tierra y la noche. Cuenta la leyenda que tenía las alas más grandes que Libra puede regalarle a un ángel y que, a pesar de los siglos y las reencarnaciones, sus brazos llenos de cenizas gritan una historia ancestral, de desarraigo y desnudez. De brazos aullando orfandad. De plumas que aceptaron su destino.  Sacrificio y ofrenda.  Las dos caras del amor. Ella habitaba la tierra y sus alas no lo dejaban reposar en su vientre Capricornio. Cuenta la leyenda que mi ángel lloró lágrimas turquesas con sus ojos de esmeraldas y que como un río tímido y certero, sus lágrimas dulces como la miel reposaron en la comisura sonriente de su alma.  Porque mi ángel sonreía, cuando se arrancó sus alas, sonreía.  Eligió saltar al abismo de su vientre Capricornio, y llenarse de tierra, flores y lava.  Aire y tierra.  El y Ella.  Y juntos... el polvo pe

FURIA

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Un dragón se come a otro dragón mientras la serpiente los envuelve para deglutirlos. El pez más grande se traga al más pequeño cuando el tiburón se relame con su sangre, y el arpón los atraviesa a todos. El hilo se corta por la parte más delgada y con su filo, el aire se corta con un cuchillazo que aja el suspiro. El pozo se cae en una fosa que se desmorona en un precipicio y colapsa hacia el vacío lleno de estruendo final que nunca suena, y sin sonar se hace más fuerte que el fragor de un trueno, y más explosivo que un misil enterrado en el vientre de lava de las entrañas de un volcán; haciendo de ese estallido un eco único, grito interminable que fagocita todos los aullidos del mundo y hace inaudible el palpitar de todas las voces, de todos los alaridos, de todas las gargantas desgarradas del universo. Tan ensordecedor como la última vibración de una última nota que no deja de chillar y termina en un inexplorado y sangriento agudo. Agudo tan delgado y continuo que se exp

ESCUPO

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Creo que el escribir está directamente relacionado con el POR FIN, poder decir. En algún momento de todas mis vidas, habité el ensordecedor silencio de repasar mi flaqueante retórica en la ducha, o en la soledad mediocre del manejo  de mi auto, para luego perderla en los tropiezos de mi decir inseguro y temeroso. En algún punto del camino, la elocuencia de mis palabras gritadas en la pecera de mi mente, se deshacían (y desahucian) en el balbuceo de labios dormidos. Mis manos de letra rápida e ilegible tomaron la antorcha de la irreverencia que mi trémula garganta no supo escupir. Escriban gente.  Escriban y vacíen el eco que rebota en las paredes limitantes de los pensamientos que no pueden hacerse voz. La palabra escrita es la travesura que se escapa de la mueca temblorosa del alma que calla en su imbécil e inútil búsqueda de aprobación. Escribo. Escupo.

NOSTALGIAS DE PALMAS Y CHIZITOS

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Mi mamá posa la velita sobre el sencillo bizcochuelo de dulce de leche y bolitas comestibles color acero. Mi papá empieza a entonar el feliz cumpleaños mientras rasga la guitarra y aprieta los ojos; inspirado y creciente, hermoso y ridículo; creciente como sus narinas al parafrasear. El Leo da latigazos de amor en los tobillos de quién pase, con su cola sucia de barranca y pescadores, mientras le presta sus ojos de perro a Simba para que me espíe en mi primera hora; y ambos aúllan un rato en mi honor. Mis hermanos con sus voces de flauta dulce mal tocada, vociferan palabrotas y chistontos para sacar una sonrisa en la carita luminosa de Lulú Zulú, que no puede salir de su asombro ante la cobertura de bolitas de acero. Papá reta sin retar y ríe sin reír mientas Lulu Zulú quiere develar el enigma de las bolitas que no saben a cuchara fría y se mete unas cuantas en la boca. Momo, Aldito y el Pocho se cuelan por la ventana siempre abierta, en forma de panadero volador y surfeando

El desgarro

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Duele? Si ya sé, duele. Es normal. Es lógico. Es lo que tiene que pasarle a tu cáscara despierta. Primero impacta. Mientras el desgarro acontece impacta. Tu mente lúcida y atontada entiende más rápido que tu alma y que tus sentidos. Y observa, impávida y anestesiada, cómo se abren los hilitos de tu piel y cómo se derrama tu lava escurridiza. Tu sangre presa y aburrida. Traviesa, sorprendida y escapista. Y tus ojos todavía en cuarto creciente miran el espectáculo silencioso de la herida sorpresiva, sin entender aún, que esa estocada final dolerá. Que esos mismos ojos serán luna roja de tormenta. La sangre traviesa ya se abrió camino por los surcos de mis rasguños y ya tiñe tu piel de caminos caprichosos e inciertos. Perdón... de ahora en más el camino será incierto.  Creíamos que acontecía en el seguro y tedioso sístole y diástole de nuestro día a día... y ya ves... aquí estoy yo, desgarrándote. Tus ojos como platos estrellados en el piso me miran y no pueden juntar los p