Mi amiga Alfonsina

Nos quieren blancas Alfonsina, sin salpicaduras color ámbar que manchen nuestro honor.
Blancas como un papel en blanco sin pasado y sin ideas.
Sin impresiones en tinta que se pretendan pamfletarias.
Sin taquigrafia indecorosa que anoticie verdades que darán por mentirosas.
Sin diarios íntimos escribiendo intimidades.
Sin intimidades Alfonsina.
Sin intimidad.

Nos quieren castas Alfonsina, para castigarnos por costosas.
Quieren que nos cueste, pero nunca cuesta arriba.
Puras Alfonsina.
Ni pueriles ni putas.
No juegues con las palabras amiga escritora... que cada letra trazada es una mancha en el blanco lienzo del cuadro vacío que deberíamos ser.
Cuadro que pintan a su gusto y antojo.
Que pincelan con el puntillismo de Monet o la brutalidad premeditada de Pollock.
Solo ellos podrán posar sus puercas cerdas húmedas sobre nuestros pezones nacientes. Solo ellos decidirán si en nuestros rostros habitarán ojos chispeantes y desfachatados a lo Caravaggio o miradas torcidas y sesgadas, que se desdibujan bajo las llamas de un Guernica.
Perdón que pretenda pintar con mis palabras este lienzo blanco Alfonsina.
Se que trajiste escondida debajo de las polleras y cocidas en el doblez del corset, palabras, denuncias, proverbios y presagios...
Ay Alfonsina querida... tus lágrimas se vuelven mar ante tus presagios descosidos.
Toma mi pañuelo enchastrado y limpiate con el. Lo escondí entre mi bombacha y mis fuegos para que no lo encuentren!
Está sucio de mujer y de deseo.
Es mejor que te enjugues con él a que le regales a este mezquino papel blanco, la genialidad de tus palabras pintoras.
Podríamos jugar a que escupimos sobre el vacío de la blancura la osadía de nuestros pensamientos, que de tan impuros y viperinos tal vez envenen el tramado del papiro; y luego dárselos en ofrenda para que lo deglutan, cómo nos degluten a nosotras.

No les des el gusto de querer lavar tus culpas con las sirenas Alfonsina amiga; límpiate el sudor de tus axilas y tus alaridos con esta hoja en blanco.
Y hagamos un avioncito con ella hermana mía.
Subámonos y volemos por sobre sus ampulosas cabezas distraídas.

Tranquila, ninguno estará mirando hacia el cielo.
Todos estarán mofándose de que supieron purificarte en el fondo del Mar, y creyendo que en el oscuro y silencioso océano, callarán tu gritar.

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