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Mostrando entradas de enero, 2020

FURIA

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Un dragón se come a otro dragón mientras la serpiente los envuelve para deglutirlos. El pez más grande se traga al más pequeño cuando el tiburón se relame con su sangre, y el arpón los atraviesa a todos. El hilo se corta por la parte más delgada y con su filo, el aire se corta con un cuchillazo que aja el suspiro. El pozo se cae en una fosa que se desmorona en un precipicio y colapsa hacia el vacío lleno de estruendo final que nunca suena, y sin sonar se hace más fuerte que el fragor de un trueno, y más explosivo que un misil enterrado en el vientre de lava de las entrañas de un volcán; haciendo de ese estallido un eco único, grito interminable que fagocita todos los aullidos del mundo y hace inaudible el palpitar de todas las voces, de todos los alaridos, de todas las gargantas desgarradas del universo. Tan ensordecedor como la última vibración de una última nota que no deja de chillar y termina en un inexplorado y sangriento agudo. Agudo tan delgado y continuo que se exp

ESCUPO

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Creo que el escribir está directamente relacionado con el POR FIN, poder decir. En algún momento de todas mis vidas, habité el ensordecedor silencio de repasar mi flaqueante retórica en la ducha, o en la soledad mediocre del manejo  de mi auto, para luego perderla en los tropiezos de mi decir inseguro y temeroso. En algún punto del camino, la elocuencia de mis palabras gritadas en la pecera de mi mente, se deshacían (y desahucian) en el balbuceo de labios dormidos. Mis manos de letra rápida e ilegible tomaron la antorcha de la irreverencia que mi trémula garganta no supo escupir. Escriban gente.  Escriban y vacíen el eco que rebota en las paredes limitantes de los pensamientos que no pueden hacerse voz. La palabra escrita es la travesura que se escapa de la mueca temblorosa del alma que calla en su imbécil e inútil búsqueda de aprobación. Escribo. Escupo.

NOSTALGIAS DE PALMAS Y CHIZITOS

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Mi mamá posa la velita sobre el sencillo bizcochuelo de dulce de leche y bolitas comestibles color acero. Mi papá empieza a entonar el feliz cumpleaños mientras rasga la guitarra y aprieta los ojos; inspirado y creciente, hermoso y ridículo; creciente como sus narinas al parafrasear. El Leo da latigazos de amor en los tobillos de quién pase, con su cola sucia de barranca y pescadores, mientras le presta sus ojos de perro a Simba para que me espíe en mi primera hora; y ambos aúllan un rato en mi honor. Mis hermanos con sus voces de flauta dulce mal tocada, vociferan palabrotas y chistontos para sacar una sonrisa en la carita luminosa de Lulú Zulú, que no puede salir de su asombro ante la cobertura de bolitas de acero. Papá reta sin retar y ríe sin reír mientas Lulu Zulú quiere develar el enigma de las bolitas que no saben a cuchara fría y se mete unas cuantas en la boca. Momo, Aldito y el Pocho se cuelan por la ventana siempre abierta, en forma de panadero volador y surfeando